domingo, 22 de junio de 2014

¿Soy hoy mejor maestro?

Después de casi 20 años en la docencia, después de viajar como el baúl de la Piquer como interino, después de haber conseguido plaza definitiva, después, también, de haber probado la experiencia internacional y regresar a casa, literalmente, después de haber cambiado de especialidad, una especialidad en la que me divertía pero había terminado cansándome a mí y a mi cuerpo, después de todo eso, después de un montón de cursos, de metodología, de contenidos, de idioma, de muchas horas buscando material, aún me pregunto si soy mejor maestro.

Me doy cuenta, de que todo eso ha ayudado a tener un bagaje, a tener un cofre de recursos, a tener estrategias y competencias, sin olvidarme de las capacidades, pero lo que de verdad me hace ser un mejor maestro es la sonrisa de los niños y niñas cuando llegan a clase cada mañana, de sus bromas en clase, de que sea la hora y no se quieran ir porque están charlando con su maestro, de sus abrazos y su búsqueda de reconocimiento, de su inocencia y de su pérdida. El cariño que los niños y niñas transmiten día a día es el motor de mi mejora.

Es bonito ver que tus alumnos y alumnas se entristezcan al llegar las vacaciones porque no van a verte durante un tiempo, que se alegren al conocer que vas a ser su "profe" otro año. Es genial que algunos te digan que van a ser futbolistas y maestros o cantantes y maestras porque quieren ser como tú. Poniéndote a la altura de Messi y Ronaldo, o Beyoncé y Hannah Montana (ya sé que ahora se llama Miley Cyrus) en admiración. Es genial tener ese cariño año tras año, quizás los maestros y maestras no estamos bien pagados (seguro que no, aunque habrá quién piense que lo estamos de más) pero puedo asegurar que no hay profesión que tenga mejor recompensa que el magisterio. Y es que sólo los niños y los borrachos dicen la verdad, y cuando oyes de un niño palabras de agradecimiento o cariño sabes que son verdad, que no hay intereses ocultos o falsedad.

Así que, no sé si soy hoy mejor maestro o no, pero mientras lo intento, veo como mis niños y niñas se hacen grandes personas, y que un poquito de ese mérito se debe a mi labor, y a la de tantos y tantos maestros y maestras que cada día quieren mejorar este mundo con el único arma de su esfuerzo y dedicación, con la ayuda de la familia, la mayoría de las veces, y el freno de las administraciones, en la mayoría de casos, a través de la educación.

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